La razón de ser indio
No es posible dar una cifra precisa del número de mexicanos que se consideran
a sí mismos miembros de un pueblo indígena, es decir, de los que asumen una identidad étnica particular y se sienten colectivamente
parte de un "nosotros" diferente de "los otros". En México no hay una definición jurídica de la condición de indio, que sería
un camino formal para estimar su número: aquí todos somos iguales, aunque también hay indios. Los censos sólo registran un
dato pertinente, pero de ninguna manera suficiente: población de 5 años y más que habla alguna lengua indígena. El Censo de
1980 arroja un total de 5 millones 181 mil 38, de los cuales 3 millones 699 mil 653 hablan también español. Estas cifras y
las corespondientes de censos anteriores han sido frecuentemente criticadas y puestas en duda, hasta dar lugar a que se hable
de un "etnocidio estadístico", esto es, una reducción sustancial de las cantidades reales debida, en principio, a una insuficicnte
y defectuosa captación de los datos. Se sabe bien que muchas personas que tienen por lengua materna un idioma indígena, lo
ocultan y niegan que lo hablen; son problemas que nos remiten de nuevo a la situación colonial, a las identidades prohibidas
y las lenguas proscritas, al logro final de la colonización, cuando el colonizado acepta internamente la inferioridad que
el colonizador le atribuye, reniega de sí mismo y busca asumir una identidad diferente, otra. Agréguese, en muchos casos,
la actitud de autoridades locales "progresistas", ansiosas de probar a cualquier precio que aquí, en este pueblo, ya no hay
indios o ya son menos: nos hemos vuelto "gente de razón".
Sin embargo, aparte de depurar las cifras censales, el problema consiste
en que hablar una lengua indígena, con ser un dato importante, no permite concluir que todos los hablantes y sólo los hablantes
de las lenguas aborígenes constituyan el total de la población india. No es un problema de naturaleza lingüística, aunque
el idioma desempeñe un papel de gran importancia: son elementos sociales y culturales los que determinan la pertenecia a un
pueblo específico, en este caso a un pueblo indio. Conviene entonces intentar caracterizar al pueblo o grupo indígena (grupo
étnico), para despues hacer la estimación de cuantos indios hay en México.
Los pueblos indios, como
cualquier pueblo en cualquier lugar y momento, provienen de una historia particular, propia.
A lo largo de esa historia
-milenaria, en muchos casos- cada generación trasmite a las siguientes un legado que es su cultura. La cultura abarca elementos
muy diversos: incluye objetos y bienes materiales que ese sistema social organizado que aquí denominamos pueblo, considera
suyos: un territorio y los recursos naturales que contiene, las habitaciones, los espacios y edificios públicos, las instalaciones
productivas y ceremoniales, los sitios sagrados, el lugar donde están enterrados nuestros muertos, los instrumentos de trabajo
y los objetos que enmarcan y hacen posible la vida cotidiana; en fin, todo el repertorio material que ha sido inventado o
adoptado al paso del tiempo y que consideramos nuestro -de nosotros- los mayas, los tarahumaras, los mixes.
Se trasmiten también, como
parte de la cultura que se hereda, las formas de organización social: qué deberes y derechos se tienen que observar entre
los miembros de la familia, en la comunidad, en el pueblo en su conjunto; cómo solicitar la elaboración de los demás y cómo
retribuirla; a quién acudir en busca de orientación, decisión, o remedio. Todo lo anterior lleva ya a otro campo: los conocimientos
que se heredan.
Aprendemos a hacer las
cosas, a trabajar en lo que aquí se trabaja, a interpretar la naturaleza y sus signos, a encontrar los caminos para enfrentar
los problemas, a nombrar las cosas. Y junto con esto recibimos también valores: lo que es bueno y lo que es malo, lo que es
deseable y lo que no lo es, lo permitido y lo prohibido, lo que debe ser, el valor relativo de los actos y de las cosas. Y
una generación trasmite a otras los códigos que le permiten comunicarse y entenderse entre sí: un idioma que expresa además
la peculiar visión del mundo, el pensamiento creado por el grupo a lo largo de su historia; una manera de gestos, de tonos
de voz, de miradas y actitudes que tienen significado para nosotros, y muchas veces sólo para nosotros. Y más en el fondo,
se trasmite también, como parte de la cultura, un abanico de sentimientos que nos hacen participar, aceptar, creer, sin el
cual y por su correspondencia con el de los demás miembros del grupo, sería imposible la relación personal y el esfuerzo conjunto.
Tal es la cultura, la que cada nueva generación recibe, enriquecida por el esfuerzo y la imaginación de los mayores, en la
que se forma y a la que a su vez enriquece.
Es la cultura propia, la
nuestra, a la que tenemos acceso y derecho exclusivamente "nosotros". La historia ha definido quienes somos "nosotros", cuando
se es y cuando no se es, o se deja de ser, parte de ese universo social que es heredero, depositario y usufructuario legítimo
de una cultura propia, nuestra cultura. Cada pueblo establece los límites y las normas: hay formas de ingresar, de ser aceptado;
hay también maneras de perder la pertenencia. Esto es lo que se expresa en la identidad. Saberse y asumirse como integrante
de un pueblo, y ser reconocido como tal por propios y extraños, significa formar parte de una sociedad que tiene por patrimonio
una cultura, propia, exclusiva, de la cual se beneficia y sobre la cual tiene derecho a decidir, según las normas, derechos
y privilegios que la propia cultura establece (y que cambian con el tiempo), todo aquel que sea reconocido como miembro del
grupo, de ese pueblo particular y único, diferente.
Desde esta perspectiva
podemos entender mejor el sigificado de la pertenencia a un grupo étnico, sin olvidar que todos pertenecemos necesariamente
a una sociedad definida, que puede ser pequeña o muy grande, pero que siempre tiene límites precisos, normas de pertenencia
y un acervo cultural que considera propio y exclusivo. El indio no se define por una serie de rasgos culturales externos que
lo hacen diferente ante los ojos de los extraños (la indumentaria, la lengua, las maneras, etc.); se define por pertenecer
a una colectividad organizada (un grupo, una sociedad, un pueblo) que posee una herencia cultural propia que ha sido forjada
y transformada históricamente, por generaciones sucesivas; en relación a esa cultura propia, se sabe y se siente maya, purepecha,
seri o huasteco.
En el caso específico de los pueblos indios de México, hay otra condición
histórica que es indispensable tomar en cuenta para entender sus caracerísticas y su situación actual: el hecho de que durante
quinientos años han sido los colonizados. La dominación colonial ha tenido efectos profundos en todos los ámbitos de la vida
indígena: ha constreñido su cultura propia, ha impuesto rasgos ajenos, ha despojado a los pueblos de recursos y elementos
culturales que forman parte de su patrimonio histórico, ha provocado formas muy variadas de resistencia, ha intentado por
todos los caminos asegurar la sujeción del colonizado, más efectiva cuanto más se convenza éste de su propia inferioridad
frente al colonizador. A lo largo de éstas páginas habrá continuamente referencias al proceso de dominación colonial: no es
reiteración innecesaria, sino la constante ubicación imprescindible de los pueblos indios en el contexto social en el que
ha transcurrido su historia durante los últimos cinco siglos, hasta el presente.
A partir de las reflexiones anteriores se comprenden mejor las dificultades
que plantea la elaboración de un censo de la población indígena y las insuficiencias de las cifras disponibles, ya que se
requiere emplear un criterio de pertenencia social y no solamente cuantificar una suma de características individuales.
Una estimación de la población indígena mexicana que calcule el total entre
8 y 10 millones de habitantes, parece razonable. Esto representaria del 10 al 12.5% de la poblacion total del país. Estamos
hablando (valga repetirlo) de gente que mantiene su pertenencia a una sociedad local que se identifica a si misma como diferente
de otras de la misma clase, a partir de su relación con un patrimonio cultural común y exclusivo; quedan fuera del cálculo,
por lo tanto, otros individuos y grupos sociales que han perdido su sentimiento de identidad étnica, aunque conservan una
forma de vida preponderantemente mesoamericana.
¿Cuántos pueblos componen el universo indio del México actual?. Tampoco
a esta pregunta se le puede dar una respuesta precisa, por razones que se expondrían en otras partes del texto y que aquí
se anotan sumariamente. En primer término, la identificación de los pueblos indios a partir de la lengua que hablan resulta
insuficiente. En general, se estima que sobreviven 56 lenguas indígenas, pero algunos estudiosos afirman que son muchas más,
porque consideran que las formas dialectales de algunas lenguas son en realidad idiomas diferentes. Por lo demás, aunque la
lengua común es uno de los principales requisitos para la conformación de un pueblo (o grupo étnico), no se desprende de ello
que todos los hablantes de un idioma formen una sola unidad étnica, de manera que la definición de cuantas lenguas indias
se hablan no resuelve por sí misma la cuestión de cuantos pueblos existen. El problema de fondo no es lingüístico; la dominación
colonial, como veremos más adelante con cierto detalle, intentó sistemáticamente destruir los niveles de organización social
más amplios, los que incluían en su seno una vasta población que ocupaba un amplio territorio, y trató de reducir la vida
indígena exclusivamente al ámbito de la comunidad local. Esta atomización de los pueblos indios originales ha tenido efectos
en el desarrollo de la civilizacion mesoamericana, y también ha provocado que se refuerce la identidad local, en detrimento
de la identidad social más amplia que correspondía a la organización social de los pueblos antes de la invasión europea. De
tal manera que las identidades actuales deben entenderse como resultado del proceso de colonización y no como la expresión
de una diversidad de comunidades locales que formen cada una de ellas, un puebo distinto. Volveré más adelante sobre este
punto.
Pese a lo anterior, es posible identificar situaciones contrastantes que
nos indican las diferentes condiciones demográficas en que viven los pueblos indios de México. Por ejemplo, se estima que
los mayas de la península de Yucatán suman más de 700 mil habitantes; ocupan un territorio continuo, hablan la misma lengua
(las variables locales no impiden en ningun caso la comunicación a través del maya) y comparten en gran medida la misma culura
y la misma matriz cullural. Puede entonces hablarse de un pueblo maya. El problema no es igual con los zapotecos, que son
más de 300 mil, pero que ocupan territorios diferentes (la sierra, los valles centrales y el Istmo de Tehuantepec), hablan
variantes dialectales cuyas formas más alejadas no son mutuamente inteligibles y presentan diferencias culturales muy acentuadas.
Aquí se puede hablar de un pueblo histórico cuya diversidad interna ha sido acentuada por la dominación colonial.
Pero es necesario tener presente que muchos pueblos indios están muy lejos
de tener la magnitud demográfica de los mayas, los nahuas, los zapotecos, los purepechas o los mixtecos. Una veintena de etnias
tienen menos de 10 mil integrantes y la mitad de ellas no llegan siquiera al millar como población total. Estos son los casos
dramáticos de pueblos en riesgo de extinción, asediados por la acción secular de las fuerzas etnocidas.
Se comprende fácilmente que esa diversidad de situaciones se refleje también
en las características de la cultura propia que cada pueblo ha podido mantener y reelaborar. Pese a esas diferencias, es posible
trazar un perfil de las culturas indias que de cuenta de sus rasgos esenciales, por encima de los rasgos específicos que posee
cada una de ellas.
Bonfil, B. Guillermo.
El indio reconocido.
México Profundo. Ed. Grijalbo.
México. 1989. pp. 4551
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